El Misterioso Circo de los Juguetes

Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado Mateo que siempre había soñado con ir a un circo. Un día, después de la escuela, vio un cartel pegado en el árbol del parque: «El Circo de los Juguetes – Abierto solo por la noche». Mateo pensó que sería la aventura perfecta y decidió ir.

Cuando llegó, el circo parecía abandonado. Las luces parpadeaban y las carpas se movían como si estuvieran susurrando secretos. Pero Mateo no tenía miedo. Estaba emocionado por descubrir lo que había dentro.

Al entrar, encontró una carpa gigante llena de muñecos y juguetes viejos. Pero algo no estaba bien. Los payasos de trapo, los animales de peluche y las marionetas parecían mirarlo con ojos brillantes y extraños. Mateo se acercó a una rueda de la fortuna que giraba sola. Entonces, escuchó un sonido de risas suaves, como si los juguetes estuvieran susurrando entre sí.

Decidió explorar más. En el centro del circo, encontró una máquina de juegos vieja que parecía enigmática. «¡Dame una moneda!», susurró una voz metálica. Mateo, curioso, sacó una moneda de su bolsillo y la metió en la ranura.

La máquina cobró vida. Las luces parpadearon más rápido, y de repente, los juguetes comenzaron a moverse. Los payasos de trapo se deslizaron por el suelo como si fueran personas, los osos de peluche dieron saltos y las marionetas empezaron a bailar. «Bienvenido al circo, Mateo», dijo la voz metálica con una risa siniestra.

Antes de que pudiera reaccionar, los juguetes comenzaron a rodearlo. «¿Te gustan nuestros juegos?» uno de ellos preguntó. «Tenemos muchas sorpresas», dijo otro.

Mateo, asustado, miró a su alrededor buscando una salida, pero las puertas del circo se habían cerrado. Los juguetes lo observaban, siempre sonriendo, y su risa se escuchaba cada vez más cerca.

Entonces, recordando algo que su abuela siempre le decía, Mateo cerró los ojos y pensó en su lugar seguro, su casa, donde nada podía hacerle daño. De repente, algo extraño sucedió. El circo comenzó a desvanecerse como una sombra que se deshace al amanecer. Los juguetes dejaron de moverse y el aire se volvió frío y silencioso.

Cuando Mateo abrió los ojos, ya no estaba en el circo. Estaba de vuelta en su casa, en su cama, rodeado por la tranquilidad de la noche. Miró su reloj. Había sido solo un sueño… o al menos eso pensó. Pero desde esa noche, cada vez que veía un juguete en su cuarto, notaba que sus ojos brillaban de una manera extraña, como si estuvieran esperando algo.

Y así, después de esa noche extraña, El circo de los juguetes, como todo misterio, quedó guardado en su memoria, como un secreto lejano que solo él conocía.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

Este cuento tiene una atmósfera misteriosa y un toque de terror adecuado para un niño de 8 años, sin ser demasiado aterrador, pero manteniendo la tensión. ¡Espero que te guste!